El deseo podía mas que la fatiga. La agitación anunciaba lo que iba a pasar. Era inútil decir no, había que rendirse sin resistencia a sus instintos más básicos:
- ¿Papá, podemos abrir ya los regalos?- Claro, hijos claro.
oscar lo ha escrito desde Madrid a las 9:44 a. m.
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